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HARLINGEN, Texas — Aquí en el Valle del Río Grande casi todo el mundo conoce, o cuida, a alguien con demencia. No es ninguna sorpresa. La región presenta algunas de las tasas más altas de la enfermedad en el país. Pero lo que se aprecia menos es la enormidad de la carga que soportan los cuidadores, en su mayoría mexicano-americanos. En una cultura en la que los cuidados son un asunto familiar, es casi impensable que los hijos y los cónyuges ingresen a sus seres queridos en hogares para ancianos o pidan ayuda externa, incluso si esas opciones fueran económicas.